martes, marzo 31, 2009

Presente

Me pregunto en que estaré pensando justo antes de morir. Ahora parece tan lejano pero no lo está, siempre ha estado ahí, desde que tengo conciencia y antes aún. No se irá, me da curiosidad saber como me sentiré, si miraré hacia atrás, si recordaré las veces me pregunté como sería. Lo dudo, me es más fácil tratar de predecir lo que va a suceder que recordar lo que ya pasó. Antes me preocupaba mucho la muerte, ahora ya no tanto, ya la puedo tolerar aunque me disguste aún más que antes.

A veces me dan ganas de recordar, pero llevo tanto tiempo sin hacerlo que ya me es imposible distinguir entre mi pasado y mis sueños, literalmente. Mis recuerdos no tienen mucha relación con la realidad, siempre me ha gustado pensar, imaginar, deducir relaciones que no existen, no por placer sino por miedo, el mundo me daba miedo, casi todo, no por lo que representaban las cosas sino porque parecían fuera de mi alcance, eran desconocidas y por mucho tiempo me hice de impresiones fantásticas sobre ellas, a tal grado que muchas me parecen ahora inidentificables respecto a la realidad.

A esto contribuyó mucho mi pésima memoria que permitió que los huecos fueran llenados con pedazos de sueños, de historias ajenas, de inventos y hasta de pesadillas. El resultado fue una tremenda distorción de la realidad en la que no había ni pies ni cabeza. Por eso siempre me ha gustado todo lo que tenga que ver con la racionalidad, con la tranquilidad de que no hay nada que pueda desafiar la lógica natural de las cosas, si no a través del determinismo, sí de la causalidad.

Dios tampoco cupo ahí, él también me producía una especie de miedo gracias a la arbitrariedad de su voluntad, suficiente para acabar con la tranquilidad que me proporcionaba el suponer que no existía nada que pudiera romper las reglas del juego. Algo que puedo recordar claramente es que siempre que me preguntaban si iba a ala iglesia yo decía que sí, aunque nunca lo había hecho, me daba miedo que supieran que mis padres no me habían llevado nunca y que yo no creía en él, luego dejó de importarme. Me han dejado de importar muchas cosas desde entonces.

1 comentario:

Enrique dijo...

Cuando hubo opiniones, situaciones, cosas y hasta personas que me dejaron de importar, comencé a estar menos estresado, a sentirme con menos culpa, había culpas que ya no eran mías, eran de nadie, porque nunca debieron estar allí.
Y así como las culpas los miedos.