miércoles, julio 09, 2008

Enemigos de la ciencia

Tomado de: La jornada.
Autor: Miguel Angel Barrón Meza

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Los ataques del posmodernismo y el escepticismo, ¿el peligro principal?

Tanto la racionalidad como la objetividad de la ciencia moderna están sujetas a constantes ataques ­aparentemente demoledores­ por parte de diversas corrientes intelectuales y filosóficas. Por el encono (más que por lo fundamentado) de sus argumentos destacan el llamado posmodernismo, que es asumido por la clase intelectual y política de la izquierda en Estados Unidos, y el escepticismo radical, abanderado por un grupo cada vez más grande de seguidores del conocido filósofo anarquista austriaco-estadunidense Paul Feyerabend, autor de Contra el método.

El posmodernismo es una corriente intelectual y filosófica caracterizada por un rechazo explícito a la tradición racionalista, por un discurso teórico desconectado de cualquier comprobación empírica y por un relativismo cognoscitivo y cultural que considera a la ciencia como una mera narración, un mito o un convencionalismo social, entre muchos otros.

Otra característica del posmodernismo es el abuso repetido de conceptos y terminología provenientes de la física y las matemáticas, en particular de campos como la teoría del caos, la mecánica cuántica, la mecánica de fluidos, la teoría de la relatividad y la topología.

Feggo-Peligra ciencia Algunas de las formas en que se manifiesta el abuso en los términos científicos por parte de los posmodernistas son: 1) hablar extensamente sobre teorías científicas de las que tienen, en el mejor de los casos, solamente una idea vaga; 2) utilizar conceptos de las ciencias naturales en las ciencias sociales sin la menor justificación conceptual o empírica; 3) mostrar una erudición superficial con el fin de impresionar e intimidar a los lectores no científicos, y 4) emplear frases que carecen de significado, pero que dan la apariencia de ser complejas y profundas.

El escepticismo radical admite la existencia de un mundo externo, pero afirma que es imposible obtener cualquier conocimiento confiable sobre ese mundo. Para el escepticismo radical nada de lo que llamamos conocimiento, ciencia incluida, se conoce con autoridad, dado que no es posible conocer nada. El escepticismo radical dice que sin importar lo convincente e intuitivo que pueda parecer, esa cosa llamada conocimiento no es más que una conjetura primitiva sobre la verdad.

Se considera que el padre del escepticismo moderno es David Hume, filósofo escocés del siglo XVIII. Según él, no puede haber argumentos empíricos que apoyen las teo-rías científicas. Para que dichos argumentos sean aceptables se requieren premisas y evidencias empíricas, y estas premisas a su vez necesitan de un soporte empírico, y así hasta el infinito. En otras palabras, ningún argumento empírico puede probar, de acuerdo con Hume, ni en un mínimo grado una teoría científica.

Según David Miller, profesor de filosofía en la Universidad de Warwick y secretario del British Logic Colloquium, el escepticismo radical es completamente válido. Para Miller, las teorías científicas son solamente conjeturas. Esas conjeturas no serían mejores por estar respaldadas por observaciones y experimentos, y no tendrían más credulidad que las fantasías de los seudocientíficos (astrólogos, brujos, adivinadores). La batalla en la actual filosofía de la ciencia se entabla, de acuerdo con Miller, entre los realistas, es decir, los defensores incondicionales de la ciencia, y los escépticos-posmodernistas.

Miller es implacable: afirma que los científicos sostienen opiniones sin fundamento, a las que luego llaman teorías. Según este profesor de filosofía, los científicos ­a diferencia de los ciudadanos con escrúpulos­ tratan de ocultar lo precario de sus opiniones detrás de declaraciones magistrales que no pueden fundamentarse con argumentos sólidos ni probarse más allá de cualquier duda razonable.

El posmodernismo y el escepticismo han sido criticados de manera severa por la comunidad científica. Hace algunos años, el físico Alan Sokal, profesor en la Universi-dad de Nueva York, envió a la revista estadunidense Social Text un artículo con este rimbombante título: "Transgrediendo las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravitación cuántica".

El artículo, que levantó una gran polémica, se publicó en la primavera de 1996. Consistía en una parodia (no detectada como tal por los editores de Social Text) con la que Sokal trató de desenmascarar a algunos intelectuales y filósofos posmodernistas de renombre que abusan de la terminología científica para impresionar a los lectores y hacerles creer que sus discursos son de una gran profundidad.

Sokal buscó combatir en su artículo de Social Text el discurso de moda postmodernista, y de manera más general la predilección por el subjetivismo en la clase intelectual de occidente, así como desbaratar la reputación que tienen ciertos textos de ser difíciles de entender, ya que en opinión de Sokal éstos son incomprensibles simplemente porque carecen de significado.

Sin embargo, el objetivo principal de Sokal fue defender un punto de vista científico en todos los asuntos a nivel planetario, entendido en lo fundamental como un respeto a la evidencia y la lógica, y caracterizado por la incesante confrontación de las teorías con el mundo real, es decir, por el argumento razonado en vez del pensamiento vano, la superstición y la demagogia.

Según John Horgan, autor del conocido libro El fin de la ciencia, todos los escépticos y los posmodernistas acaban tarde o temprano probando su propio veneno. Los argumentos de esos filósofos e intelectuales son mucho más devastadores cuando se vuelven contra la propia filosofía, ya que sus argumentos se refutan a sí mismos.

(Todos los atenienses mienten. Yo soy ateniense. Entonces yo miento. Si yo miento, mi afirmación de que todos los atenienses mienten no es cierta. Luego algunos atenienses dicen la verdad.)

Si la ciencia no puede alcanzar la verdad absoluta, dice Horgan, ¿qué estatuto se le puede otorgar entonces a la filosofía, que ha mostrado mucha menor capacidad para resolver sus propios problemas?

En apariencia, parecería que los ataques a la racionalidad y la objetividad de la ciencia por parte de los posmodernistas y los escépticos representan un peligro para la sobrevivencia de la misma.

Sin embargo, todos los científicos e investigadores están conscientes de que el verdadero peligro para la ciencia no proviene de esos intelectuales y filósofos escépticos, sino de los políticos y los ejecutivos de empresas fácilmente dispuestos a los recortes de presupuesto para la investigación.

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